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Enero 2013
Edición No. 287
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Mis sexenios (58)

José Guadalupe Robledo Guerrero.



La segunda etapa del sexenio montemayorista
Los resultados electorales del 10 de noviembre de 1996 no correspondieron a las expectativas priistas de Rogelio Montemayor, a quien sus cercanos había engañado con información preelectoral maquillada y acomodada a sus intereses. En la nueva realidad, el PAN gobernaría al 70 por ciento de los coahuilenses, pues los opositores habían obtenido el triunfo en 10 municipios: Torreón, Saltillo, Monclova, Frontera, San Buenaventura, Ramos Arizpe, Ocampo, Zaragoza, Abasolo y Villa Unión. De esa forma, el panista de nuevo cuño, Manuel López Villarreal -y su lema de campaña “Saltillo para todos”- se convertía a partir del Primero de enero de 1997 en Presidente Municipal de Saltillo, y en Torreón otro panista, Jorge Zermeño Infante, arribaba a la Alcaldía lagunera.

Para abril de 1997, Enrique Martínez y Martínez ya era -por segunda ocasión- candidato a diputado federal, y ya para entonces se había impuesto la ilegalidad en la UAC, pues por obra y gracia de Montemayor, el burócrata de Fidagua, José María Fraustro Siller, se había convertido en Rector “por el voto mayoritario de los universitarios”, que despolitizados y obedientes a la manipulación de los funcionarios, consejeros y directores universitarios, votaron para que los chambistas y cortesanos siguieran medrando en las nóminas de la UAC, aún cuando se violara la legislación universitaria, ya que Fraustro Siller no podía ser candidato a Rector porque no había renunciado a su empleo gubernamental un año antes como lo señala la máxima ley de la Universidad.

Estaba claro que la candidatura de Enrique Martínez a diputado federal y la Rectoría de la UAC para Fraustro Siller eran harina del mismo costal, pues ambos cargos públicos eran el puente que Montemayor había tendido para limar asperezas con EMM, pues estaba cerca el inicio de la tercera y última etapa del sexenio montemayorista, cuya principal tarea sería preparar el escenario para la elección del próximo gobernador.

Pese a las muestras de reconciliación montemayorista, Enrique Martínez sabía que Rogelio Montemayor no lo dejaría llegar a la gubernatura, por eso le importaba que su íntimo amigo, José María Fraustro Siller, llegara a la Rectoría de la UAC para que le ayudara a posicionarse y darle la pelea electorera al montemayorismo.

Desde que Chema Fraustro se destapó para la Rectoria de la UAC hasta la elección universitaria, estuve insistiendo desde mis tribunas periodísticas sobre la violación al Estatuto Universitario que representaba la candidatura de Fraustro Siller. Por ese tiempo, Enrique Martínez me invitó a platicar para interceder en favor de su amigo, Chema Fraustro, para que ya no insistiera en la violación que representaba su candidatura, porque al igual que a Montemayor, a Enrique Martínez no le importaba que su favorito violara la ley universitaria. Le dí las razones de mis señalamientos, y dejó de insistir.

Fraustro Siller compitió por la Rectoría de la UAC con otro de sus iguales: Francisco Javier Duarte Villegas, que fue tesorero de la Universidad en la corrupta “administración” de otro ilegítimo Rector: Remigio Valdez Gamez, con quien Chema Fraustro fue Director de Asuntos Académicos. Tanto Duarte como Fraustro fueron considerados dos de los principales cómplices del saqueo perpetrado por Remigio Valdez.

En su campaña, por encima de las cuestiones académicas y universitarias, Fraustro Siller le dio relevancia a sus 18 años como burócrata universitario, aunque la permanencia de Chema en la estructura de la UAC se debía a su lambisconería, simulación y complicidad. En la campaña universitaria, para ganarse un puesto, Heriberto Fuentes Canales -otro de sus semejantes- defendió la “legalidad” de la candidatura de Fraustro.

Pero no sólo Heriberto Fuentes defendió la candidatura de Chema Fraustro, también Enrique Martínez hizo lo suyo dos meses antes -en una entrevista radiofónica-, cuando le pregunté: -Se dice que Fraustro Siller es el candidato del gobernador, ¿Usted qué piensa?

Al fin político, antes de contestar la pregunta EMM alabó el desempeño de Alejandro Dávila Flores que no se había reelegido por sus desavenencias con Montemayor, y presumió que ambos candidatos a la Rectoría de la UAC, Chema Fraustro y Paco Duarte, eran sus grandes amigos, y sin ruborizarse Enrique Martínez respondió: “Creo que el señor gobernador con el amplio conocimiento que tiene de todo el estado sabe lo que más le conviene a la Universidad. Siento que el gobernador ha mostrado el respeto que tiene por la Universidad Autónoma de Coahuila, y si se señala esa situación no sé si se haga con el propósito de afectar la campaña del ingeniero Fraustro Siller que es un universitario connotado y que tiene todos los merecimientos para ir en busca de la Rectoría...”.

Ante el micrófono le hice ver a EMM que a Chema Fraustro le ayudaba ser señalado como candidato del gobernador. ¿Usted cree?, me preguntó socarronamente. Para no profundizar en el tema le recordé que él mismo había sido víctima de la “línea” presidencial por no haber sido el escogido, y recompuso su respuesta con galimatías: “Bueno, a veces la “línea” ayuda y a veces perjudica. Lo mejor es que se busque que no haya “línea”, que la “línea” sea que no haya “líneas...”.

Para finales de abril, los “levantadedos” -por órdenes superiores- aprobaron el nombramiento de Ricardo Álvarez García como Tesorero del Congreso estatal en sustitución de Jesús Cepeda Flores, quien renunció -según se rumoró- por no estar de acuerdo con el manejo de los recursos del Congreso. Este intrascendente movimiento cobró notoriedad cuando se supieron los antecedentes de Ricardo Álvarez. Tres meses antes, concretamente el 24 de enero, el nuevo tesorero del Congreso había sido separado de la Coordinación Administrativa de Sedesol, debido a que la Contraloría de la Federación le encontró “malos manejos” en los recursos de esa dependencia federal, por tal motivo se le prohibió ocupar cargos públicos por un año (¿o dos?).

Según los enterados, esta información no salió a la luz pública debido a que Ricardo Álvarez involucró en sus anomalías a otra empleada de Sedesol de nombre Roxana Elizondo S., y supuestamente para evitar un mayor escándalo se optó por ocultar el hecho. En ese entonces el Delegado de Sedesol era Sigfrido Macías Pérez, conocido mapache priista, quien supuestamente se sorprendió cuando el que vino a darle posesión del cargo le dijo que Ricardo Álvarez García no debía permanecer en la dependencia.

Pero la mayor sorpresa no fue que los diputados aceptaran con esos antecedentes a Ricardo Álvarez, pues todo mundo sabe de la obediencia lacayuna de los “levantadedos” coahuilenses, lo que sorprendió fue saber que la que impuso al inhabilitado funcionario en la tesorería del Congreso fue la Secretaria Técnica del Gabinete montemayorista, Beatriz Flores Alvarado, quien de sobra conocía la deshonestidad de su protegido.

Para acallar el escándalo, el delegado de Sedesol Sigfrido Macías Pérez salió al quite diciendo que Ricardo Álvarez García no había incurrido en malos manejos, pero no desmintió que estaba inhabilitado para ocupar un cargo público, señalando que Ricardo Álvarez había cometido “una falta de omisión al no rendir su declaración patrimonial”.

Por otra parte, a cinco meses de haber tomado posesión de la Alcaldía saltillense, Manuel López Villarreal nada había hecho, salvo autorizar un incremento del 20 por ciento al transporte urbano con la promesa que hacen todos: mejorar el servicio. Otra de las acciones manueleras fue exigirle al gobierno montemayorista el control del SIMAS.

Para justificar su incapacidad, el junior panista Manuel López Villarreal insistía: 1.- Que todos los problemas que tenía Saltillo se los habían heredado. 2.- Que no tenía una varita mágica para resolverlos. 3.- Que nada había prometido en su campaña. Estas justificaciones fueron desmentidas por una investigación de hemeroteca realizada por mi amigo y compañero periodista Alfredo Dávila Domínguez que fue publicada en El Periódico... En ese trabajo, Alfredo demostraba que Manuel López mentía, pues durante su campaña prometió resolver los problemas con una administración incluyente.

En los primeros cinco meses, los panistas demostraron que no sabían gobernar, pensaban que dirigir un municipio era igual a dirigir una fábrica o una ONG. Para mayo de 1997, los coahuilenses se daban topes contra la pared por haber votado por el PAN. Para estas fechas, el despilfarro y la inutilidad de Jorge Zermeño Infante habían logrado que los gobernados pidieran a gritos que volviera el PRI, pues según los torreonenses el peor del PRI era mejor que el panista que tenían. En Monclova Harold Hal Pape Felán y sus funcionarios salieron peor, en cuanto a corrupción se refiere, que los alcaldes priistas que repudió la ciudadanía cuando decidieron “empanizar” su gobierno municipal.

En Saltillo, Manuel López Villarreal no daba una con el problema de la escacez del agua potable en los hogares saltillenses. A dos meses de que Montemayor le había dado el Simas al ayuntamiento de Saltillo por exigencia del Alcalde, la escacez del vital líquido era muy grave, más que en cualquier época pasada.

En la corte gubernamental también había problemas, el 26 de mayo la edición del periódico nigropetense Zócalo se distribuyó profusamente en Saltillo, para que nos enteráramos del castigo que los propietarios del diario, los Juaristi Septién (Carlos y Francisco), le propinaban a uno de sus protegidos (¿o empleados?): Claudio Bres Garza. En aquella edición, dedicaron varias páginas para criticar los excesos y abusos de poder del Alcalde de Piedras Negras, Claudio Bres, a quien calificaban de “soberbio, prepotente y altivo”. Faltó el calificativo de fatuo, que es la característica principal del ex director de “comunicación social” del gobierno montemayorista.

El motivo real que originó el peculiar pleito entre los cortesanos de Montemayor nunca se supo, pero según los Juaristi lo que había motivado el periodicazo contra Claudio Bres había sido el retiro de los comerciantes ambulantes y voceadores del centro de la ciudad. Sin embargo, nadie creyó que los Juaristi se pusieran a defender a los débiles, y se especularon otros motivos: sacarle más dinero al ayuntamiento de Piedras Negras, obligar al alcalde a que les comprara terrenos, presionar para quitar a un funcionario municipal o para que nombrara a un incondicional de los propietarios del Zócalo, etc.
Por ese entonces, Mario Eulalio Gutiérrez Talamás andaba vociferando contra su partido, el PRI, pues no había conseguido la candidatura a diputado federal, y amenazaba con renunciar al PRI para afiliarse al PRD como lo había hecho otro junior saltillense: Juan Pablo Rodríguez. Otro junior era Presidente del PRI coahuilense: “La Coneja” Alejandro Gutiérrez Gutiérrez. Por ese entonces, Martha Laura Carranza Aguayo aparecía en la política coahuilense como candidata a diputada federal, y presumía que su principal asesora política era Beatriz Flores Alvarado.

También por esos días, a dos años y medio del relevo gubernamental, tres coahuilenses andaban desatados haciendo “grilla” futurista, pues querían sustituir a Montemayor en la gubernatura de Coahuila: Enrique Martínez y Martínez, Humberto Roque Villanueva y Humberto Dávila Esquivel “La Liebre”.

Los tres precandidatos estaban bien posicionados. Enrique era candidato a diputado federal por segunda ocasión y mantenía una sólida amistad con el Secretario Particular del Presidente: Liébano Sáenz; Roque despachaba como Presidente de CEN del PRI y presumía de su amistad con el Presidente Ernesto Zedillo; y Humberto se desempeñaba como Secretario General del CEN del SNTE y se decía que tenía una cercanísima relación con la verdadera dirigente magisterial: Elba Esther Gordillo.

A simple vista se veía que Martínez y Martínez era el precandidato menos fuerte, pero en el análisis serio salían a relucir las debilidades de los otros. Roque Villanueva cargaba con el estigma de la famosa roqueseñal, aquel ademán obseno con que festejó el incremento del IVA del 10 al 15 por ciento. Pero Humberto Roque, como parte de su personalidad, era timorato y comodino, nunca arriesgaba nada para conseguir sus aspiraciones, esperaba que los cargos le cayeran de arriba como producto de sus actividades cortesanas.

Por su parte, Dávila Esquivel -rodeado de buscachambas- estaba dedicado a gozar de la buena vida con las cuotas sindicales de los trabajadores del SNTE. Para muestra dos botones de esa época:1.- Meses antes, en la navidad de 1996 y el año nuevo, festejó estas fiestas en un lujoso hotel de la ciudad de México, a donde invitó a sus incondicionales a derrochar las cuotas sindicales. 2.- Un mes después, a principios de 1997, el periódico La Jornada publicó un reportaje denunciado que “La Liebre” había gastado alrededor de tres millones y medio de pesos en pagarle a sus cortesanos un viaje a Cuba, para asistir a un Congreso Internacional de Educación.

Por su parte, EMM se dedicó a fortalecerse en Coahuila, sabía que era considerado “la carta local”, el candidato de los coahuilenses. También estaba claro que Montemayor le cerraría el paso a la gubernatura de Coahuila. Por eso Enrique se dedicó a administrar sus circunstancias y a aprovechar los tiempos que le favorecían. Estaba conciente que si mantenía presencia en Coahuila y en el despacho presidencial, la decisión le sería favorable. En síntesis, EMM era el precandidato que mejor se manejaba en su carrera hacia la gubernatura...

(Continuará).
Tercera y última etapa del sexenio montemayorista...

 
robledo_jgr@hotmail.com
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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